Dime, esclavo, cuántas pasiones has dejado
desparramadas en la acera del sin fin
Dime hace cuánto que llevas la trenza así de larga,
hace cuánto que ríes con los nopales del norte
Aquí en el sur apenas supimos de la estirpe
aquella que se jugó la vida en los cultivos
Dime, esclavo, hace cuánto navegas por los mares nuestros,
bien supiste flotar en vez de hundirte en la barbarie
¿has pasado ya la prueba de fuego?
O quizá sabes más de latín que el vulgo que se amotina
en la plaza mayor de la ciudad sin nombre
Eres tan sólo un ingenuo cabecilla que traga voraz
las capacidades de vida de los que no tienen vida
El crujiente cuadrito blanco de no sé qué elixir
Dime, esclavo, cuántas artesanías se venden en la playa
Cuántas luciérnagas alumbran la negrura absoluta
cuando ya no se ve la playa
cuántos corazones se estampan en la arena
y cuántos son los serviles que cuelgan en las selvas del Amazonas
Otea, esclavo, el horizonte de tus posibilidades,
no vaya a ser que se quemen los desiertos
en los que se dieron los amantes un beso de despedida
Sabes con certeza que la atadura con la que fijan los navegantes
sus embarcaciones no cede, no, no quisieran dejar la seguridad
Como las sirenas da rienda suelta a las danzas y cantos sensuales
Un solo viento indicará la dirección de las nostalgias
Y tú, pequeño esclavo, sabrás cuánto de cuánto has donado
Vuestra paternidad, la misma que te arranca el sentir, se niega
y niegas la naturaleza de las cosas,
haciéndole notar al mundo que la libertad del siervo y del amo
no queda más que en los papeles documentados y maltrechos
Tu historia, esclavo, no me la dices
A penas sé de ti por las épicas de un poeta