Había una vez un duende llamado Leo. Éste duende, era muy inteligente. Del maní no se comía la cáscara, es obvio, ni de las semillas del girasol con cáscara. Llega en autobús y tiene la ansiedad de comer maní y semillas a la vez. Lo observa un viejo y le dice, -“Oiga si no se vá a comer la cáscara no la tire al suelo”-. El duende Leo, luego vá a continuar su travesía y se come la otra parte del maní y de las semillas, y le daba un gusto exquisito comer de las dos cosas a la misma vez. Entonces, se da cuenta que la cáscara era buena para hacer algo con ella. La recoge del suelo y se la lleva consigo. Realiza un bello nacimiento del hijo de Dios y de adorno, en vez de pajas le pone cáscara de semillas de maní y de semillas de girasol. Y le quedó muy bonito. Al otro día, vá en autobús y tiene ansiedad de comer, otra vez, maní y unas semillas de girasol. Un niño lo observa y le dice, -“oiga, ese ruido que hace al comer las semillas y el maní me molesta…”-. Él, Leo, deja de masticar maní y semillas y decide comprar maní y semillas de girasol sin cáscara. Es otro día, vá en el autobús y nota que hay una persona con una cotorra, y él, Leo, le ofrece de comer a la cotarra y el dueño le dice, -“a ésta cotorra no le gustan las semillas sin cáscara, a ella le encanta el ruido que hace al masticar, lo siento mucho…”-. El duende se vá callado, infeliz, triste y desolado. Se siente incapaz de hacer feliz a todo mundo. Pero, él es feliz comiendo maní y semillas de girasol. Entonces, lo que decide es nunca más comer semillas ni maní en el autobús. Llega el otro día y se monta en el autobús, sin comer ni pizca de maní ni semillas. Todo mundo contento pero, él, Leo no. Es otro día, y decide comer nuevamente los maníes y las semillas con la cáscara. En el autobús todo mundo es infeliz pero, él decidió ser feliz y dar de comer a su amiga la cotorra que también le encantaba el ruido que se hacía al desprender la cáscara del maní y de las semillas.
FIN