Tembló mi reloj sin horas
frenó su marcha en mi lecho
la noche estiro su manto
y me abrazo con lamentos
Llegaron sombras pasadas
con el calvario dispuesto
a oscurecer el presente
y sepultarme de adentro.
Sin esperar asomaron
el dolor y desconsuelo
ocultos en la sonrisa
de la niña que recuerdo.
Con la mirada tristona
sembrada en el candilejo
que ilumina la ribera
de frondosos limoneros
Abrigada entre sabanas
de quimeras con anhelo
recoge su gran melena
citando a su Amado Nervo.
Transpirando la inocencia
de los abriles primeros
con sus piecitos descalzos
sobre cenizas de ancestros.
Cavilando en tantas cosas
se perdía en lo pequeño
del hombre frente a natura
y el futuro tan incierto.
Y la noche se despide
arrastrando mis recuerdos
dejándome el corazón,
tan renovado y sereno.