Luis Erick Renoud

Falda

Entre tú mirada y el reflejo del espejo vi el sendero. 

He tomado la brecha del vaquero apasionado, libre, a galope, rodeado por la silueta de una niebla danzante y densa cómo el escote entre la espalda y las piernas. 

Es tan extenso el follaje y yo con filo entre humedos caudales, piedras calizas, tus caderas resonantes, fluidas y cautivas; de cuclillas, junto las manos en reverencia las llevo a mi garganta saciando la sed de mi tracto. 

De inmediato me llaman las cumbres de ese par de montañas geoformadas cual hermanas; sin prisa pincelando el camino las recorro con los labios frios, con la lengua dejo rastro de regreso a tu ombligo. 

Llego el momento del fuego, adentrarme en el refugio anhelo, tan profundo, que el viento susurre el orgasmo de una loba derramada por estrellas  y plata sobre la espalda baja.

La luna de testigo nos miraba estimulada.