ZMRS

**~Las Perlas Negras en la Arena - Cuento Corto~**

Había una vez una playa llena de perlas negras en la arena. Está éste señor que se llama Almiro, y se llena de ellas, y hasta en las manos no cabían de tanto que se llenó de ellas. Una leyenda cuenta que... “un pirata de la hacienda Colilí fue a mar abierto hasta que se llenó de ellas, de las perlas negras del mediterráneo, en un ocaso lleno de fríos y de mucho fulgor…, el pirata estaba harto de que nunca tuviera oro su embarcación, hasta que sucumbió en un trance imperfecto y se abasteció de esas perlas negras en medio de todo  el mar abierto por encomiendas de un altercado entre los piratas y su embarcación fue a la deriva y llegaron las perlas negras a la orilla en la playa”. Era una tarde fabulosa, llena de fulgores clandestinos y de magia universal. Cuando llega Almiro a la playa de las arenas con tanta perla negra en el suelo tiradas allí como alfombra. Cuando Almiro las vió se le llenaron los ojos de riquezas, y fue rico el señor de ojos café. Pero, una tarde se quedó sin más dinero. Y fue a tener, otra vez, a la playa donde aparecieron todas aquellas perlas negras en la arena del mar abierto. E imploró que regresarán a él, todas las perlas negras en la arena de la playa donde él residía. Almiro, miró el reflejo del cielo donde apareció un espejo flotando en medio del mar abierto. Y sí, cada una de las perlas negras se reflejaron en aquel espejo donde tenía toda la embarcación de ese pirata de la hacienda Colilí. Y entonces, hubo tempestad y relámpagos en el cielo gris tormentoso de aquella nube que se detuvo en medio de la playa para devolver a Almiro toda su riqueza en perlas negras de la playa. Pues, no hubo tiempo ni era para poder detener a Almiro en recoger aquellas perlas negras del suelo o de la arena donde él solía pisar para llegar hasta el mar y darse un chapuzón en esas aguas tormentosas y bravías que solo el mar sabe entregar. Cuando Almiro, se entregó en cuerpo y alma a aquellas perlas negras del suelo o de la arena de la playa, otra vez, sus manos se llenaron de ellas y más aún de su riqueza extrema en abundancia y valor. Pero, él tenía la conciencia marchita, desolada y triste, y todo porque robó aquello que no le pertenecía a él sino al mar que cobijaba y cultivaba a esas perlas negras del mar abierto o del mediterráneo. Y fue, otra vez, muy rico, y soslayó en el tiempo, un frío ocaso e invernal como aquel en que el pirata tomó del mar abierto todas aquellas perlas negras de la arena en la playa y fue un tormento, y un relámpago de luces en el cielo gris, hasta que se tornó muy pesada la noche. Y quiso ser ése pirata a escondidas de la hacienda Colilí cuando embarcó su navío y fue hasta el mar que logró obtener todas aquellas perlas negras del mar abierto y del mediterráneo a oscuras de la misma soledad y que ĺe con valentía logró obtener del mar. Pero, él Almiro se dijo: -“todo lo que le pertenece al mar es de él más no sabemos si los cuerpos regresan a la orilla”. Entonces, regresó por más perlas negras a la arena y miró detrás del aquel espejo y vió al pirata de la hacienda Colilí. Y era un pirata zurdo y le bastaba en serlo a conciencia limpia. Y Almiro, era derecho y ambidextro también, pero, lo único que le faltaba era devolver toda aquella riqueza al mar y más aún al pirata de la hacienda Colilí y tener la conciencia más limpia de la que tenía el pirata. Y lo logró y devolvió todo aquello que era perlas negras a la arena y más aún a la playa y, por ende, al mar mediterráneo donde era todo aquello que era riqueza. Cuando volvió a su casa, encontró todas aquellas mismas riquezas que le dió por obtener aquellas perlas negras de la orilla en la arena de la playa y, por ende, del mar abierto. Y fue muy rico al comprar una hacienda la del Colilí y vió que venían piratas del más allá y fue más rico de lo que pensó. Su honra y honradez valió más de lo que esperó por aquellas perlas negras en la arena.





FIN