Una larga serpiente de oro
el plácido valle atraviesa,
va sembrando doradas hojas
por verdes prados de tierna hierba.
Un centenario chopo herido
con su copa la tierra besa,
la mitad del tronco roído
y la otra mitad casi seca.
Vigorosas lanzas doradas
a su lado se bambolean
mecidas por el suave céfiro
como bailarinas esbeltas.
En las cristalinas aguas
sus áureas copas espejean
como volubles mariposas
que jamás pueden estar quietas.
Viven el hoy despreocupadas
sin conocer que les espera
un mañana efímero como el del
viejo chopo que yace en tierra.
Así de frágil y fugaz
es la vida que nos aferra,
hoy, rozagantes y valientes
y mañana, polvo y pavesas.