Mira nada más, hay veredas y riachuelos,
cañadas y colinas,
peñas, barrancas y laderas.
Hay viento, tiernas nubes, fresca lluvia,
largas notas de silencio;
hay y en mucho, mucha paz.
Hay aire, de ese que agita las banderas,
plenitud de vida y también hay libertad.
Hay copos de tierna luna, gajos de mármol,
minerales que afloran en su cuerpo.
Nidos de águilas, flores de invierno;
grietas donde el musgo inverna,
donde duermen voces extraviadas,
sueños rotos, olvidados,
y amores suicidas.
A veces, si te fijas, los Dolomitas
tímidamente tocan el cielo,
el cielo de Trentino y eso les da tranquilidad.
No discuten, se mantienen erguidos,
firmes, rectos, soberanos,
sabedores de que Dios nos los escrituró.
No sueñan con ser ave, nube, flor, ni rio,
les basta con ser un homenaje a la grandeza,
a ese inmenso y soberano poder del Creador.
© Armando Cano.