Un canto agorero de abanicos negros bajo la arboleda
en vuelo funesto parece burlarse de mi sobresalto;
salen de los nidos
y audaces presagian mórbidas noticias:
He tenido un sueño de lectura atroz que eriza la piel.
Le resté importancia;
no quise encerrarlo en las conjeturas propias de los sueños.
Según su lectura se me avecinaban cosas negativas
tanto en el amor como en las finanzas,
riñas familiares y otros estropicios.
Nunca me esperé que lo que vendría
iba a derrumbar lo que parecía sólido y estable:
cinco años de amor
y un feliz encuentro de consumación.
Quién iba a decir que un vil comentario
y la intransigencia de un hombre tan terco
fueran suficientes para terminar con tal ilusión.