Miro tus ojos anhelantes, y mi sangre fluye encarnizada
tus pupilas ahuyentan el desconcierto
tus pestañas amarran el silencio,
déjame descansar entre tus labios
déjame repasar mis desventuras.
Dime que no añoraré el fulgor aurífero de tus cabellos
que tu anhelas las vertientes que de mi pluma fluyen.
Seré tu caballero en desgastada armadura
pero he de rescatarte en la simpleza de la noche.
se que vivirás eterna en los tamices confusos
conocerás la austeridad de mi alma cuando la noche vacile
sostendré el desconsuelo en la callosidad de mis manos,
te amaré íntegra, ahuyentado de certezas
sé que tu alma, manifestada en carne,mecerá mi sueño.