Preciso el tiempo,
la franqueza de mis temores,
la rabia incesante del saber
que no somos inmortales.
Preciso el tiempo,
tiempo que dejé cautivo entre tus manos,
el café instantáneo de tus ojos,
la biografía de nuestros silencios.
Preciso el tiempo,
la calidez de tus labios,
la confidencia bienvenida
entre tu cuerpo y el deseo.
Preciso el tiempo,
tiempo que sobreviene como nostalgia,
el extenuado indefenso segundo
atrapado entre la fábula de tu adiós.
Preciso el tiempo,
tiempo para dormir el odio,
para desfilar por el mundo,
y reconstruir el alma.
Mario Cid