Tarde de oro en la resplandeciente floresta,
penachos de guata púrpura ornan el azur,
en el edén alegres notas de la oropéndola,
esplendente y sutil muselina de áureo tul.
Límpidos cristales que ya apenas reflejan
los irisados átomos de la tenue luz,
ondas lumínicas que con lentitud se alejan,
brazos de la noche ciñen el inmenso azul.
Poco a poco se extingue la naturaleza,
en el carmesí ocaso el celaje se ve aún,
el silencio escucha el graznido de la corneja
que quebranta el sosiego del plateado abedul.
Delicados aromas a flores y hierbabuena,
notas intangibles de un invisible laúd
resuenan dulces en la declinación serena
mientras se desvanece el azogue del azud.