Su música en mi
era el pájaro sobre la almohada
carcomiendo mis ideas,
la gloria escrita bajo los pies
de un gigante que usaba mis manos
y profanaba el frasco de los recuerdos
usándolos en mi contra.
Un jarro de cuerpo sin carne
y un palillo sosteniendo el mundo de cartón
que hacía de hogar en el invierno.
Su melodía en mi era la suplica
a los pies de una virgen que no oía.
Me rasgaba las uñas y me desangraba,
me horadaba y me clavaba a la cruz
de una iglesia sin cimientos.
Debía aplacar tu voz en mi cabeza,
cosí tus labios, aparté mis oídos
y huí... De ti... De mi...
del yo que era junto a tu ego.
Huí... Nací de nuevo, me parí de pie.