Hablaba de lenguas y usaba la suya
subrayando sobre la estrechez amada.
Hablaba de músculos y usaba cada uno
en la contracción de un vientre seco
por los años.
Hablaba de manos y las deslizaba
a palma abierta en un cántaro de agua blanca.
Hablaba de deseos e imaginaba el temblor
de unos ojos extasiados por el lienzo inmaculado,
por la primera copa, por el festín untado
entre sus dedos largos.
Hablaba de vapores y emanaba esencias
de dos cuerpos entrelazados.
Hablaba de Dios y se aferraba a una cama
con uñas y dientes, y exhalaba pecado.
Hablaba del silencio y respondía el eco
de un gemido en la habitación.
Hablaba de tantas cosas, menos de amor