Abandonamos la pupa.
Terciopelo trepidante al alba.
Porque a estas horas los trapecios mudan:
rectángulos nadángulos, geometría andariega.
Por aquí por allá y la atalaya gotero de enigmas,
que tú sabes, que yo sé y que ellos dicen que saben.
Por eso una tristeza hoy no cuenta más que en 0,
en reversa en doversa en míversa…
Pero ninguna música rompe: Noctambula presencia.
Pero instrumento cuarteadura de atadura,
soga inmaculada, casi intachable, totalmente inexorable.
Así fibras y fibras sobre las manos, sombras atadas,
silencios atados, proximidades atadas, dolores… desatados.
Pero dolores alcanzan la medula: tiempo atado.
El follaje/ bosque alarido/ serpiente rodamiento/
hoja vena mineral en abismo/ ¿para qué?/
armadillo de pecho, armadillo de oídos armadillo de mente/
coraza/ nada más/ una roca/ debajo/ todo-nada.
Y si salen alas.
Y si el viento palpita recuerdo.
Y si capullo diezmado al lado de cuerpo atado.
Y si pluma levedad de ayer me sueña.
¿Individuo repara ser esta noche?
Indiferencia-disfraz-horizonte.
Insecto por eso: metamorfosis.
Y se busca el camino, camino que no camino.
Camino que ahuyento, oxido de ocaso.
Trazo de alguna mano, bien conocida, bien conocida.
Allá en una luz que se mece y se aferra al borde
de esta pestaña despojada, de estos ojos prestados.
Allá en una calle tránsito de todos los sueños.
Mano infinita que no te cansas de no levantar y de crear.
Rostro oculto que no te cansas de mirar y no mirar.
Cuerpo estoico que refleja el corazón en una sangre inmensa.
Silueta que no te cansas de estrellas, de estrellas sin estrellarte.
Regresas al hogar,
te sumes en la sabana: descansas.
Cama que alumbra la espina, que saca la espina.
Te acurrucas en ti mismo, y abandonas el abandono,
pero la pupa no, la pupa no, porque atado,
porque sangre porque hilo, porque te quedas a medias…