Cuanto me gusta verlos
con sus pantalones de pana
y sus chaquetas llenas de remiendos
tomando el sol en el pairón de sus casas
o en el banco de la plaza
siempre, como cada invierno
hablando de cosas ya pasadas
con un tren cargado de recuerdos
alguna sonrisa en sus rótros asoma
recordando a sus hijos y a sus nietos
un dulce volar de palomas
en el palomar del pensamiento
y ya la emoción les enbálga
y de pronto se rompe el siléncio
cae al suelo alguna lágrima
empapada de recuerdos
esa lágrima que fecunda el triste suelo
la cara y las manos arrugadas
de trabajar como negros
por unas míseras pesetas
en los duros terrenos ajenos
escaparate multicolor, espejo del cielo
cuanto me gusta recordárlos
y como cada invierno
hablo con ellos de tantas cosas
son como niños, aunque parezcan viejos...
Siempre es mi cantar un homenaje
de todo corazón a los abuelos...
A veces pienso, y no se
si es que me sobran penas
o es que me falta alegría
vaya trasiego este que llevamos
como un ancla por la vida
algunas veces, las menos
reímos y soñamos con el alma vacía
preñados de ansiedad y angustia
con el corazón en la mano
si en verdad somos hermanos
dame tu mano, yo te doy la mía...
Con tu sonrisa y la mía
vamos a hacer un cuento
y convertirlo en poesía
para guardarlo dentro, muy dentro
dentro del alma mía
y si se rompe algún día
pegarlo con pegamento
de ese que dura toda la vida...
Ayer te vi por la calle
y que bonita que ibas
con tu faldíta larga
y tus labios de almívar
como una rosa perfumada
camino de la calle de arriba
con tu pelíto largo
con esa bendita sonrisa
hasta el aire te decía ¡ Guapa !
morena, alegre y sencilla
como yo te conocí
aquella tarde de Abril,
un beso en el alma anida...
A veces sobran las palabras...