Señor, solo un talento me diste,
por eso soy torpe, lento e inútil,
como rasgueo de flauta,
como redoble de violín.
Otros te ofrecen arte y tecnología,
ciencias y humanidades, sociedad
e individuo, escuela y calle.
Todo eso carezco, mi Dios.
Mi talento, senda tardía,
dormida y adolorida,
es este andar solitario,
este óbolo llamado poesía.
Dicen que cada cien años
nace un poeta,
hoy perdura la cacofonía
blanca y suelta.
Si mis versos sirven de algo,
Caronte es testigo.
Si este talento tiene sentido,
Kairós es juez.
Acéptalo, Padre mío, nada más puedo ofrecer.