Mis dedos amorfos
han prendido la llama venenosa
bajo el árbol de las hojas que caen
en las dimensiones del suspiro.
Sobre el campo violeta
recojo espesura de trino
coronando mi cabeza
con sus flores secas.
Inhalo.
El viento tiene cierto gusto
de otoño consumado
y en mí las flores sufren
su transformación melancólica.
Desnudando la hierba
que crece en mis cabellos
al sol entrego mi osamenta
de pájaros.
Anochece.
Aquí todas las horas
han dejado una lágrima
surcando nostálgicas notas
de ocasos murientes;
la noche ha creado
en su rubor alcohólico
farolas de humo
y una flor seca
se ilumina en la tierra.
Exhalo.