Una puerta se abrió sobre la tarde
(una tarde antigua y neblinosa),
salió invadiendo la calle tranquila
un lejano arrebato de palabras.
De pronto las esquinas se animaron.
Todo empezó como en un tiovivo.
Cuelgan quietas las hojas de los árboles
el tiovivo del cielo está parado.
Hay un montón de trastes sin uso
en la buhardilla de la vieja casa.
Una puerta se abrió, y he salido.
Me he sentado en el borde de la acera
espiando la animación de la deshora.
A las niñas con lazos en las trenzas
que rozan la tierra con la mano
las miré con nostalgia dolorosa.
Ya se acabó. El telón ha bajado.
De una acera a la otra: una distancia
insalvable en el tiempo de una vida.