Nada volverá a ser
como ayer,
y por temor a fallarte,
viviré diligente
para amarte y adorarte.
Y es que me llegaste...
como un don inmenso de tu Ser
que enceguéce,
al sol, de mi viaje presente.
¡Oh, Dios admirable!
Cuánto tiempo estuve sin conocerte,
sediento al no verte...
Siéndome hoy, chorro de amor y fuente.
Gracias por encontrarme
y esperarme.