Ígneo fuego estival,
tu ardiente lengua calcina las rosas
que alborozadas y primorosas
ríen espléndidas en el rosal.
A tu llama letal
prefiero las umbrías vagarosas,
por do fluyen las aguas rumorosas
de un alegre y cantarín manantial.
Su frescura vital
sofoca en mí las fiebres ardorosas
y edulcora las llamas más fogosas
del implacable calor cenital.
El fresco fontanal
fluye por la alameda frondosa
y deja en pos de sí una estela acuosa
como frágil camino de cristal.