Esta noche nebulosa
se abre para mostrarme
una verdad tanto tiempo impronunciable:
¡Un día me perdí!
Sin saber dónde ni cómo
me adentré por parajes llenos de sombras,
no sé si seguía los cuentos que apresaban mis fantasías
pero se extraviaron mis pasos.
Pasé del terror a la desconfianza,
luego al ruido que borrara la angustia,
confundiendo la vehemencia hasta alcanzar el silencio.
Enmudeció aquello que un día debí haber sido,
que acompañó mis primeros años
hasta que nos separaron
dejándome inacabada, insegura.
Sin embargo una fuerza ajena a mí tomaba mi mano
obligándome a continuar hacia delante,
desatendiendo los arañazos, los golpes, las afrentas…
Esta noche oscura
enciende mis huellas obligándome a recorrerlas de nuevo
contemplando las zanjas que fui abriendo,
las cunetas donde tropecé, los charcos donde naufragué.
Y he mirado tan atrás… tan, tan atrás,
que he podido verme donde aún era yo sin saberlo,
donde los sueños no me cabían en los brazos
y la sonrisa era mucho más que una mueca aprendida.
Y a pesar de los años
me he encontrado con aquella mirada confiada,
con esa candidez cegadora con que resplandece la vida recién estrenada.
Ahora sé que llega mi reconciliación,
sólo tengo que encontrar el lugar donde escondí mi verdad.
Ese día el tiempo correrá al revés.