En nuestra primera luna llena, deseo qué: estar contigo sea la bendición más fresca de Dios; que mi compañía para ti sea grata y amena; voy a tratar, a la medida de mis posibilidades, que tu felicidad sea igual al cuadrado de la mía; deseo, ansiosamente, el calor que desprende tu cuerpo, perdiéndolo, y que en simultaneo mi cuerpo lo gana sintiéndolo con la vivacidad de la vida. Anhelo la inmensidad de tu presencia, tan sencilla como amable, junto a la mía, serena y de intensas emociones y sensaciones.