Carlos Leyva

CAFÉ

Aún no me he callado 

Y ya el rugido suspendió este cuerpo. 

            

Atónita tú. Atónito yo.

Siento tu voz mientras me quedo sordo.

            

Undívaga y nívea. Pesadumbre inconstante. 

Somos nosotros las presas del inclemente invierno.

            

Por el influjo de la noche y tu ausencia,

Sin freno ni motivo, abro mi trágico lamento.

Y en él, tu pasado gira, cual gira sobre la mente,

Lo que parte hacia el recuerdo.

            

Aún no he olvidado cómo eras hace unas horas, 

Frágil tu sonrisa de rumor amoroso.

            

Por fuerza de la ondulante cintura, 

La tarde canta tu danzante empeño.

Y fragua, sobre mi semblante orgulloso,

Tu tierna figura con sueño.

            

Ahora estoy triste...

Tan triste en mi cama, recostado, pensando.

                       

Mas la niebla cae nuevamente a mis pupilas, 

Y mi cuerpo se cierra para no recordarte.

            

Definitivamente; es de noche, sin estrellas.

Con una luna que palpa tu paso de algún rítmico son. 

            

Y giras en mi rostro a manera de encontrarme, 

Mientras tu nombre gotea sobre el silencio de mi amor.

 

(14/11/2014. 23:56)