Y ocurría, en las noches silenciosas
en que el aire, cortado por las hadas
- incansables, chistosas, diligentes-
que en sus mundos abrían las ventanas...
y no eran las letras, los correos,
y no era la pasta ni el engobe,
eran sólo las notas de las ranas,
que entreabrían el cielo con sus sones.
El Océano, serio y espumoso,
sonreía al encuentro celebrado
y hasta el Carpio pintaba sus murales
visitando un futuro recordado.
Sólo ellos hallaban el camino
de sutiles y verdes meridianos
y la charla asombraba hasta la luna
que, curiosa, mecíase en su cuarto.
(No le digas a nadie del sendero,
la marisma, la cueva o el encanto)