Zoraya M. Rodríguez

**~Relato: Las Huellas del Gato~**

Era una vasija de porcelana traída del extranjero se había roto por casualidades de la vida. Llega Pedro el dueño de la casa. y cree que la vasija aquella que trajo del oriente estaba allí. La vasija que habla su idioma a perfección le habla al gato, sí. Es una vasija como un caracol que tiene un molusco llamado Lunito y habla con el gato y le dice, “si me rompes te acusaré contra todos”. Y si quieres vamos a juicio. Y el gato sin miedo ni temor quiere saber quién le habla del más allá, pues, desea saber qué es y quiere hasta comérselo. Viene un pajarito en la ventana y le habla también, el gato insistiendo quiere saber quiénes son realmente. Pues, como dice el refrán…”la curiosidad mató el gato”, o “hay gato encerrado”. Y desea más saber, fue al jardín y como había llovido pues se enfangaron sus patas de lodo. Entra al hogar y deja todas sus huellas desde las afueras del balcón hasta la vasija. Y acometió el más terrible suceso, romper en pedazos a la vasija que le había hablado anteriormente. Y la tomó con sus dos patas delanteras y la tiró contra el suelo y ésta se rompió en pedazos. Pues, dicen que la curiosidad le gana a la razón o a la locura del gato por saber qué había allí dentro. Pues, no había nada, pero, la voz lo atormentada más y más. Pues en la sala se debió de enfrentar al juicio que le había explicado la vasija. Entra el dueño llamado Pedro, y nota que la vasija está en el suelo tirada, maltrecha y lo peor rota en el suelo. Cuando el gato tranquilo en una esquina, y sabe que dejó las huellas del gato por todos lados. Y sabía que fue él, el gato malhumorado que rompió en pedazos la vasija. Y el dueño lo llevó a juicio, pues, él se quedó con cara de yo no fui. Entonces fue a juicio el gato, y el dueño lo llamó traidor, rompedor de vasijas y hasta gato sato y sucio. Él no dijo nada, pues es un gato sólo maulló, Miau. Cuando de repente le mostró las huellas del gato que estaban impregnadas en la vasija y enseguida mostró cara de pena, yá sabía de lo que le hablaba el dueño. Entonces desde su interior le habló aquella voz insensata, cruel y devastadora y le dijo, “gato sato fuiste tú el que me rompió en pedazos”. Y el gato maullando yá sabía que fue el mismo dueño quien le había hablado. Y fue culpable de todo el dueño de la vasija por hablarle a algo tan sobrenatural como lo son los gatos, porque la curiosidad siempre mata al cazador de un ratón.