No esperaba la tormenta,
queda una última esperanza;
hoy las rodillas me tiemblan,
mi saliva se derrama,
y al empapar la almohada
y encontrarme tan a oscuras,
cualquier pulsito de magia
desata las ataduras.
Cuando te arropó el hambre
como la pasión misma
que en sueños despertaba
cuando ya no había comida,
me vi levantarte la piel a tirones
como si fuera una sábana
de esas que no cubren los pies,
y que se caen de la cama.
Esporas que viajan solas
o muy mal acompañadas;
¿qué esperan, Dios mío?
¿por qué las tienen tan engañadas?
Harto de ver cómo ardían,
de oír cómo no se quejaban,
sé que saltando al cuello
conseguí lo que quería...
17/3/19
En cursiva, cita textual de La Colmena, de Camilo José Cela.