Mil años han pasado
aquí en el cementerio
contaminado de almas
a metros bajo tierra.
Mis desgastadas manos
han querido marcharse
de estos huesos quemados
por el gas de las flores.
En cada tumba espera
una pasión versada,
tan muerta como el verso
desgarrador de siglos;
insípidos romances
de olvidados poetas
que aguantaron el tumbo
de tiempo venidero.
En la tierra poluta
que cubre el cementerio
hay una luz azul
caída de los astros
que se creyó la eterna
admiración del lago
y hoy yace consumida
por los tiempos del sexo.
Más atrás, al final:
los poetas enfermos;
que escribieron los versos
más tristes de la noche,
que nacieron un día
que Dios estaba grave,
que apagaban sus velas
en el mar inclemente,
y que vieron nacer
un romance banal
entre los espirales
del fin del universo.
Aquí quiero morirme,
enterrado en las letras
de los años postreros.
Y que cuando a mi tumba
la bañen sol y luna
el pueblo esté seguro
que he escrito un nuevo libro.