Laura Ontiveros Plaza

Guerra

La guerra aguardaba deseosa

en los cajones de madera bronceada,

esperando la mínima señal de batalla.

La mitad de un segundo bastó y desembocó

la cruzada de dos corazones

combatiendo hasta descuartizar

 con palabras y miradas

cada una de sus partes.

 

Para después recoger los pedazos,

y pegarlos desordenadamente

en el esqueleto de este músculo

que no cesará de regenerarse.

 

La guerra permanece deseosa,

esperando ser clamada

por la palabra desencajada en un cuento,

por el gesto feroz del ser amado,

oculto  y maniatado,

permanece escondida en el corazón enmendado,

en la voz privada de ser,

y en el alma triturada.