Sentado al borde de la cama, estoy mirando la ventana mientras pienso en ti, en nosotros, escucho tu corazón llamándome de lejos, no intento llegar a el, ya no más, escribo estos versos y los soplo a la noche despejada, sin brillo ni astros iluminando la oscuridad, dejo que se conviertan en lo que fuimos y lo que volveremos a ser, polvo de estrellas.
Ahora mis versos inmortalizados en el cielo figuran tu rostro, siento el viento de fuera y el aroma de tu piel se postra sobre mi, lo admiro un momento, olfateo una última vez los recuerdos que nos hicieron felices, suspiro, volteo y te desvaneces.
Te quiero, por ser humana, real, por tu ternura que prevalece aún después de tanto, por tu sonrisa que ilumina el mundo y este al no hallar forma de agradecerte, regala a la vida margaritas, puras, impecables, alma de niña que espera ser amada, pero con miedo de entregar lo que hay en ti. Temeroso, intenté desprender de ti aquellos miedos sin poder resolver el problema.
Tuyos son mis poemas, lo sabes, mías son las noches en las cuales marco cada uno de tus lunares, visita de vez en vez mi mundo, aquí te espera, mil flores distintas, habrá más palabras que granitos de arena en el reloj, sonará el mejor soneto de violín, y al final de mi tierra estará la pintura donde se vera reflejada la incertidumbre y la esperanza trunca del amor.
Hasta pronto.
FRANCISCO C.