Con multitud de odio estoy
en mi corazón
cuando te veo crucificado, en tus venas
en tu garganta
cargando una cruz de todos;
imposible saber dónde estás, solo veo
tu cuerpo atormentado
como un claustro maldito
donde se aúpa el magistrado dolor.
Hambrientos los silencios se aglomeran
como cernícalos
de lo fúnebre;
Mi viejo, se adelanta con sus volúmenes
a los azadones
a los martillos
que se anidan escuchando sus costados
¡Viejo, vamos!
La sombra aun esta cruda
en tus duros huesos
y aun cuando se me hizo tarde
mi corazón relincha su dolor
más todavía,
al verte cabecear a esta suerte oscura
que va merodeando
alzado en sus augurios.
Quien puede evitar su destino
Quien puede apoderarse del tormento ajeno;
quienes solamente ven,
como auditorio de un teatro
procaz y macabro
en esta sala en que lo blanco es un túnel oscuro
lleno de agujas, cuchillos
catéteres y anestésicos
atravesando gargantas, exprimiendo venas
adormeciendo la carne
para extender el martirio,
en esta suerte de inquisición
de barbaros atilas;
¿Quién puede detener a esta inmisericordia?
Todo es banalidad absoluta
cuando el cuerpo se estremece con dolor
al ser agujereado y cortado;
¡El silencio
es un estruendo mudo en nuestros ojos!
Estas allí mi viejo;
viejo mío, de mi madre
de mis hermanos y de todas las criaturas
que te suceden;
estas allí en todas tus batallas,
con feroz desolación
estremeciéndote,
desafiando a los oscuros presentimientos
¡No te mueras querido viejo!
¡No nos abandones viejo!
No nos dejes sin padre, sin abuelo,
sin bisabuelo
Es un ruego mudo al unísono
que se ahoga en llanto
de desesperación y esperanza.