Que me muerde tu piel,
que tienes en la falda
un castillo de rosas y violetas,
que pareces querérmelo indicar pero hace frio,
que me entiendes aunque sea de día,
que el futuro
sabe de lo que habla cuando estoy junto a ti.
Tus ojos,
donde sale la luna para decir “ya es hora”,
me enseñan el camino del descenso,
la luz acumulada por donde no hay planetas,
el proyectil que adora tu ráfaga oprimida.
Es lo que me ha ocurrido al buscar mis orígenes.