No me importa reconocer
que mucho leí
en mi corta existencia.
Hasta el punto de creer que la vida
auténtica... y en su plena hermosura,
se encontraba en las letras desacralizadas
de todo lo narrado.
Vana pretensión la mía,
pues la vida apenas es un segundo
en el hueco desamortizado de lo eterno.
Tan mágica y pura, como un regalo
caduco y bello, a veces malogrado
vagamente... en los labios desaconsejados
del vacío.