Son las diez de un día cualquiera,
el perfume de tu silueta
embriaga,
habitas toda la noche
entre cielo y tierra,
tan invisible como la misma oscuridad,
si no fuese por tu aleteo fínisimo
no se sabría nada de ti.
Ahora a plena luz, nadie conoce tu paradero en este país,
al otro lado del mundo alguien oirá tu sonido,
comprendiendo tu transparencia.
Sólo entonces ese fuego.
Hoy y siempre se transmiten infinitas señales
imposibles de asir.
Por lo que, creemos vivir.
Pero, es plenamente diferente,
incomprensible,
inabordable,
y por tales,
querible.
¿Despertaremos?