Esa sensación, tan poco propia de mi edad,
como un nudo,
que se enquista en las tripas ó en la garganta,
con su cualidad de echar raíces
en terrenos abonados de culpas
y heridas mal cerradas.
Y después las comparaciones,
que no soy un gatito reventado en una cuneta,
ni un niño a punto de nacer en una patera,
ni su madre, a punto de parir el fruto de una violación;
ni cambiando de tema,
el hijo de puta que va a matarla, porqué suya la cree,
ni el más sabio, ni el más torpe, ni el más sensible,
ni el menos fiero.
Y después,
el silencio atronador que tensa el nudo.
Y después,
las palabras con el verbo engarzar.
Y después la duda,
histriónica y densa.
Y después el miedo a la soledad, y
otras mentiras.
Y después, amanece.
J. David Camacho