Enséñame tus manos inclementes y confundidas,
bañadas en sangre muerta por las heridas,
y muéstrame el lugar vacío que dejó mi cariño,
a cambio, prometo ante el cielo teñido en gris
mostrarte cada una mis fracturas… de mis llagas,
y el hueco frío que mi pecho guarda lleno de dolor
donde alguna vez mi corazón vivió lleno de fervor.
Apúntame por favor con los pétalos de la rosa
marchita que, por las noches moría de sed,
el sendero que sigue al final del octavo jardín
donde la primavera eterna de nuestras risas sucumbió;
un maldito invierno frío nos deslumbró,
es ahí donde mi naturaleza agoniza y huye de ese festín [...]