Me gustaba tu aroma a hojas húmedas, a rocío tempranero, me gustaba el tacto de tus manos cuando surcaban hábilmente los valles de mi cuerpo tan ávido de caricias. Me gustaban las tardes adormecidas al abrigo de tu cuerpo y bajo la defensa de tus brazos fuertes que yo sin embargo sentía dulces y delicados como ramas de almendro florecido, y me gustaban los susurros de tu boca en mi cuello, y la atrevida inocencia de mi inesperado sentimiento hacia tu persona.
Después llegó poco a poco el aire gélido de las mentiras, de las tuyas y de las mías, y se instaló entre nosotros una suerte de invierno frio y oscuro que mató las mariposas, me resistí a su perdida, pero solo conseguí alargar sus agonías, al final solo encontré un cúmulo de alas muertas en el suelo de mi conciencia.
Y entonces senti que llegó el final, el momento de sacarte de mi vida , de volver a la realidad, que no era tan triste como yo temía, de ver la vida nuevamente con los ojos bien abiertos y de llamar a las cosas por su nombre, y a ti te llamé pobre diablo egoísta y mentiroso, y yo me llamé pobre tonta ilusa e inscosciente.
Y por fin, terminó todo lo que nunca hubo de empezar, pero los errores ya estaban cometidos. Ahora tan solo me falta concederme el perdón, ¿Cuándo llegará ese indulgente momento?