Sentada en la habitación,
la aguja que pincha su dedo
es el silencio de un espejo
que la mira desde adentro.
Desde la estructura férrea
de ese suspiro aletargado,
de ese sueño casi eterno.
La cicatriz de la herida
es el final y el comienzo,
se rasga las vestiduras
pero el espejo sigue quieto,
El miedo cuelga de su garganta,
la calla, la ata, le muerde
las palabras antes de escupirlas
y vuelan heridas, incompletas,
el miedo apunta sobre el reflejo,
la frena y pincha su dedo.
La cicatriz otra vez…
se rasga las vestiduras de nuevo,
el cadáver llegó a la mesa
dejándole estas letras de recuerdo.