Desvisto
al espejo
las canciones que pronuncian tu nombre
y me repito de memoria tus manos.
Abrazo
a mi cuerpo todos los recuerdos,
los tomo y los escondo
como una niña guardando su primer amor.
Todo es más sencillo sin ti.
Sin la constante asfixia
de tus latidos sobre los míos,
del caminar pausado en la misma dirección
cuando
juntas
tu
sombra
con
el
ocaso.
Ya no son mis manos abrigando tu dolor,
ni es mi voz la que apaga tu vacío.
Todo se ha vuelto monocromático.
Todo se ha vuelto lo absurdamente continuo como lo inesperadamente habitable.
El destino va tejiendo sus sueños
y solo me atrevo a pensar que es posible,
que se puede continuar sin tu calor.