Mi estimada jovencita… vengo el día de hoy,
a recitar los versos, que en secreto
¡le dedicaba un noble corazón!.
Son pobres sus reglas de composición,
no tendrán mucha congruencia
¡solo nacieron del inmenso amor!.
Una noche llena de nubes negras,
música de un trío, cantando ¡cerca del mar!,
hicieron nacer un sentimiento ¡para expresar!.
¡Despierta! con gritos te pide el corazón,
escucha te pide un humilde servidor,
solo son unos minutos, para expresarte mi amor.
No puedo ofrecerte oro, ni las estrellas,
soy humilde y mis letras, te lo desean confesar.
Ve a través de mi pecho, es solo un sentimiento
que jura amarte ¡hasta la eternidad!.
Mujer, despierta que el amanecer se acerca ya,
deja que la noche ayude, a este humilde servidor,
y puedas apreciar su nobleza y no su riqueza.
Versos sinceros te vengo a recitar
y una flor que se entristece ante tu belleza,
son mis más preciados regalos en esta noche,
que me encuentro cerca de tu puerta.
Señorita, tus ojos son la luz de mi vida,
esos mares eternos, esos destellos,
son la razón de mi existir.
Pudiera describir tu belleza,
más no existen palabras, que describan
tan majestuosa obra, a la que le hago ¡reverencia!.
Mujer, los primeros rayos del sol se aprecian.
Parece que la bella durmiente, no fue
testigo del sentimiento, de los versos y,
de la presencia de este ¡admirador secreto!.