Jose Viramontes

Chelo.

Me gustaba despedirlo todos los días tras mi ventana,

Simular que aun soy joven, y lo cautivo con una mirada.

 

Me gustaba despedirla todos los días tras su venta,

simular que aun soy un novato, y apenas voy a conquistarla.

 

¿Has escuchado alguna vez el chelo al despertar por la mañana?

Vibrante y resonante, cálido, fuerte y abrazador.

De la misma forma en que me hacía sentir tu voz al despertarme.

Es una lástima que tenga que irme,

Cuando miro el reloj y ya es demasiado tarde,

Y veo pasar por mi ventana los últimos gestos que me diste.

 

Es una lástima que tengas que irte,

Cuando miro por tu ventana haciéndote mil gestos para no despedirme.

Y el único consuelo que me queda es tocar este instrumento,

Simulando ser tu cuerpo, tuyo desde un comienzo.

¿Has tocado alguna vez el chelo?

Un instrumento que a su vez simula ser el cuerpo de una diosa,

Frágil, pero a su vez fuerte,

con esas escotaduras que dan forma a esas caderas,

con esa tabla de armonía con la que rebotan tus palabras,

y esas cuerdas entre puentes que me hacen querer tocarte por siempre.

 

Es una lástima que tengas que irte,

Que el tiempo ha pasado,

Y nuestros cuerpos ya están cansados.

Desgastadas las maderas por el paso del tiempo,

Agujeradas por esa polilla que es el cáncer.