Alberto Escobar

Jessica Rabbit

 

Tu pincel surcó mis contornos
de maldad.
No tengo tu culpa.
No soy apenas así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Había descansado bien, era sábado.
Bien temprano, como solía, me lancé a las
calles en zapatillas, así el agua salobre y
carmesí que me recorre daría rienda suelta
a sus urgencias, el sudor no hacía más que
esperar su turno confundido en endorfinas.
Entre músicas, lecturas y demás pasó el
transcurso que se asentaba entre el pijama
de vuelta de las carreras y la ducha y
brillantina nocturna y risas, y bailes y ...
El garito temblaba de ritmo de las paredes
afuera, donde esperaba mi turno, un hueco
de suelo que aceptara mis suelas, ni un alfiler
podía alzarse hacia su prenda, como un saco de
grillos...
Entrar y ver a Jéssica fue una comedia de un
solo acto, sonrisa en ristre, dijo que me conocía,
no sé de dónde, la verdad, ella sabría...
Siete a mi alrededor, entre fémines y féminas,
besos y nombres que más tarde logré agarrar, los
que me llamaron la antención nada más, la verdad...
No sé si fue mi buena onda, mi buena dote de
energía en un día ordenado y salubre, el caso es
que le dio por mí y no me soltó.
Toda su energía se hizo exponente a mi base de
potencia, consulten las matemáticas del colegio
quien no se acuerde, hasta montar un algoritmo
de fuegos artificiales que incendió mis estancias.
Aquí sigue ella, al pie de este cañón que no cesa,
con algunos tacones menos y algunas nieves más
sobre una cúspide gloriosa, su sonrisa intacta.
Ayer estuve por allí, por recordar, me topé de
bruces con Jéssica, con otra Jéssica, no llegaba
a tanto, la verdad, o es que la sombra de aquella
es larga como una meá cuesta abajo..., no sé.

Si me ves algún día vagando las calles dime 
que eres tú. 
Hazme recordar maldita bruja.