Al bajar la tarde llegan los amantes
en Teruel nacidos, de opuestas familias.
La novia con ojos muy finos y errantes,
atraviesa el prado, llena de vigilias.
El pobre muchacho no tiene blasones.
No tiene riquezas . No tiene dinero.
La joven ostenta muchas condiciones
y su padre busca marido extranjero.
Juraron amarse debajo del puente...
Ardiente sus besos... Se mimaron tanto
que la luna sabia, cubrió de repente
las sombras, los cuerpos, con sublime encanto.
A buscar fortuna partió el joven novio...
El padre apurado la casó con prisa.
Al volver don Diego recibió el oprobio
y le pidió un beso con una sonrisa.
Isabel casada, se negó llorando.
El amante eterno murió sin el gozo.
Ella la mortaja le sacó, rezando.
Su boca en la boca murió su sollozo.
Amalia Lateano
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