Cuando el oro de la tarde ya muere
y por el valle se expande un tul malva,
todos mis recuerdos se arremolinan
en el rincón más oscuro de mi alma.
Un silencio hablador en la tarde
trae a mi memoria viejas palabras,
palabras que otrora fueron dulces
y ahora son tan amargas.
En el ocaso en que muere la tarde,
mil sombras se derraman alargadas
desde las cumbres al fondo del valle,
y de tanto cantar ya extenuadas
las aves van declinando sus ayes
hasta el tornar de la dulce alborada.
En el negro silencio sólo se oye
la voz de la suave aura
que por las níveas sombras se desliza
y en mudo fragor a mi lado pasa.