La luna doró
tus cabellos
en esa noche
de estío
los brazos fueron
tu nido
donde te acunaste,
bajo su pecho
baldío
Él acarició tu cuerpo
como quien
se frota del frío
pensando que tu mirada
eran dos luceros
encendidos.
Al calor
de ambos cuerpos,
brotó
la miel de su trigo
mientras ella susurraba
¡ te deseo !
amor mío.
La luna quedó extasiada
celosa de tantos bríos
acercándose suavemente
para sentir los latidos
de dos corazones
fuertes
en su palpitar,
como eco
repetido.
Así los encontró la aurora
pensando que sin
motivos
estaban ya moribundos
en sus últimos
quejidos.