Cuando en tus ojos de mirada buena
rasga el amor su deslumbrante velo
una gran nave de ilusiones llena
zarpa al instante y me conduce al cielo.
Radiante y pura, con pasión te miro
estrella fúlgida en mi noche negra,
señal lejana del audaz marino,
tatuaje claro que mi pecho alberga.
Rosa fragante del jardín del sueño:
estoy contigo y en mis versos tengo
por tu hermosura caprichoso empeño.
¡Oh, dulce amada, qué rendido vengo!...
Y ya el acróstico quedó completo.
Dos versos más y se volvió soneto.