Que venga el mar de las horas
y naufraguen
los barcos de papel
que nunca más Stravinsky queme el aire
que nublen en el cielo las sombras del altillo
sus historias profundas
que se invente otra vez el Sermón de la Montaña
que se llame entre los labios a Dios
que ya no está.
Comienzo a ser un ave migratoria
el peldaño que le falta a la escalera
el ladrido lejano de algún perro
la ausencia que se apaga en la calles que bajan
la Cruz del Sur.
De pronto como si levitara he contenido el aliento
he sentido que las sombras entraman telarañas
en los dedos del alma
he rodado en el pozo vertical de mi tronco
y me he visto en el silencio:
ha cruzado un relámpago de temblor entre mis huesos.