Aún en estas lides que me abrazan y asfixian
dependiendo de las nubes,
sé distinguir la emoción de todo lo demás.
Cuando los dedos bailan rápido
sobre el piano forte,
cuando las lágrimas van resbalando
al interpretar a mi italiano,
cuando las seis cuerdas, ya gastadas,
toman el papel protagonista de mis dieciséis,
el soñador se enfunda el traje de gala
haciendo brebajes para el corazón,
creando pequeños castillos
de un futuro más que discutible e incierto,
extendiendo sus alas para retener el recuerdo
de aquella sonrisa, de aquel beso,
ayudando, al fin,
a reavivar la intensidad y los sentimientos,
el deseo de amar,
de ser amado,
de crear conexiones con la Luna
desde éste mi Saturno musical
hasta el ansiado momento
de tener correspondencia...