Mis sueños me trasladan en la noche
a regiones donde habita la nada,
a esos negros espacios infinitos
donde sólo puede vivir el alma.
Mi incorpóreo espíritu recorre
la azul noche estrellada
y se sumerge en el inmenso orbe
lleno de paz y bienaventuranza.
En esas horas de felicidad
recorro las estrellas más lejanas
y en sus destellos de oro
vivo inmerso en un halo de calma.
Cuando mis párpados besa la aurora
y su fulgor entra por mi ventana,
mis etéreos sueños se desvanecen
como tenue rocío en la mañana.