Llegan las nubes
muy negras, con tormenta,
y amenazantes.
Empuja el viento,
que se oye entre los árboles,
con sus aullidos.
En un segundo
la tarde se hace noche,
sin darnos cuenta.
Corro, deprisa,
tratando no mojarme
y lo consigo.
Pero las nubes
abrazan y oscurecen,
cubren la tarde.
Se hace de noche,
se ahogan los cristales
con ventoladas.
Y mientras tanto
los ángeles descargan
todo su llanto.
En el comienzo,
son solo cuatro gotas
las que nos llegan.
Pero se animan,
las nubes ya no pueden,
están llorando.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/03/19