Matame o liberame.
Qué agónico y fatídica es tu ausencia. Qué morfina prolongada e hiriente se cala en mis huesos y se esparce en mis entrañas.
Qué sed de tus ojos y tus manos. Qué necesidad del llanto acompañado de tus manos.
Qué penumbra me has regalado, qué terrible muerte me has sentenciado.
Matame o liberame, para que en la última agonía mi enunciación sea tu nombre.